Hoy fui a comprar algunas cosas a la tiendita. En el suelo habían colocado marcas a más o menos la susanadistancia. Cuando me formé en la fila había tres personas delante de mí y el chavo que estaba justo enfrente, no estaba respetando las marcas. Casi al mismo tiempo, el hombre frente a él y yo, nos reacomodadmos exactamente sobre nuestra marca y entonces el muchacho hizo lo propio.
La palabra policía tiene un origen poco sospechado, no siempre se refirió al grupo respaldado por el gobierno que tiene el monopolio de la fuerza. La palabra viene de politeia, ciudadanía, y en algún momento se refirió a buenas conductas ciudadanas o del individuo. Lejos de la vigilancia o de la represión por un grupo identificable de personas, eran las actitudes que toda la ciudadanía debía tomar para que la ciudad funcionara del mejor modo posible.
En tiempos del covid, queda claro que la definición de eso es mantener una distancia y ayudar a dilatar el contagio. Cuando dos personas de la fila hicimos el gesto explícito de pararnos sobre la línea, tuvimos un acto de policía en ese sentido viejo de la palabra, un acto de civilidad, incluso un acto ético. Más, todavía, tras habernos acomodado de modo visible para la persona que estaba rompiendo la distancia, le recordamos que debía colocarse sobre la marca. Ese acto de policía fue doble, fue el acto cívico de hacer algo por respetar al prójimo y fue el acto educativo de recordarle al prójimo el valor del respeto.
Me gusta de la Ciudad de México que ese tipo de práctica cívica tiene un lugar especial en el transporte público. Ese momento en el que, con el metro o metrobús bastante atestado, le preguntas a la persona de enfrente si "baja en la siguiente", tiene una función de lo más interesante.
Al hacerlo, suele pasar que otras personas no empiezan a hacer, o que la persona que está adelante y no va a bajar, comienza a voltear como buscando si hay más que bajan y que necesitan que se quite, también busca para dónde se va a poder mover. Otras personas que están más atrás, que van a bajar y escuchar la pregunta, aprovechan para enfilarse detrás de la que ya preguntó y salir detrás de ella. Esto es un proceso de organización social autogestiva que surge de la nada en menos de un minuto y desaparece cuando el dragón anaranjado vomita un mar de gente.
Visto como proceso de organización social autogestiva, parte de unas suposiciones interesantes. Cuando lo inicias no tienes ni idea de quién es la persona de enfrente, pero supones que estará en disposición de ayudarte a facilitar tu descenso. Esa persona, es cierto, tampoco es pura bondad y dulzura, al dejarte pasar, se ahorra los empujones o incluso se ahorra la corriente de chilangos que podría empujar fuera del vagón. Aquí tenemos un acto que es tanto a beneficio del individuo, como del colectivo; tanto egoísta como filantrópico. Parecería una especie de átomo de la ética, no porque sea la unidad mínima (que el átomo tampoco lo es en la física) sino porque conjunta dos fuerzas que han sido vistas históricamente como opuestas.
Para la otra suposición, brevemente pensemos en una situación donde las cosas sean más jerárquicas que el vagón del metro, un salón de clases, una misa, una junta de trabajo. ¿Te atreverías a tomar la palabra en en cualquier momento en cualquiera de ellos? ¿Te atreverías a organizar a la gente para cualquier cosa en mitas de a misa o de la clase? Salvo algunas excepciones, en esos espacios ya se tiene muy claro quién puede iniciar los procesos de organización y cuándo, por eso decimos que hay jerarquía. En el metro, lo único que necesitas es ser un pasajero y con eso basta para sentirte con derecho o sentirte autorizado a iniciar ese proceso de organización social, de lo interesante de la parte autogestiva, el vagón es realmente igualitario en ese sentido.
Creo que nos falta extender estas lógicas de policía cívica a muchas otras cosas, por ejemplo, dentro del mismo metro hemos logrado reservar el carril izquierdo de la escalera eléctrica para quienes suben con prisa, pero de tanto en tanto algún soperutano se queda parada bloquéandolo, pues allí deberíamos aplicar la misma de la tiendita o de "¿baja en la siguiente?" Y eso por hablar del metro, que deberíamos llevarlo bastante más lejos.
Estas acciones me gustan porque cada que alguien quiere explicar los problemas del país desde a "cultura" entendiendo por cultura que "los mexicanos somos muy malhechos" o "es que nos falta ser como en el primer mundo", bueno, yo viví un rato en el llamado primer mundo (y dudo que lo fuera) y nunca vi cosas así. En la cultura hay todo tipo de prácticas, unas malas, pero estas dan fe de que somos bien capaces de comprender lógicas de convivencia, de policía en el sentido bonito, en el sentido de que nuestros actos son los tabiques de la ciudad que queremos habitar.
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