jueves, 31 de enero de 2019

Después de la Nevada

Después de la nevada, el frío se relaja. 
Y no es que sea menos frío: siguen las temperaturas congelantes. Sino que ya no lo acompaña el viento, que es en realidad su cruel capataz.
Después de la nevada, los sentidos se enfiestan.
Se puede ir a la calle a ver cómo sale el vaho de la boca, a sentir en tiempo real cómo se forman pequeños cristales de hielo en el mostacho, a mirar la nieve y alegrarse por su resplandor de guiños de algodón en el presente y a entristecerse de que mañana será reducida a una masa gris revuelta con basura.
Después de la nevada, los orígenes se manifiestan.
Se puede saber quién está más en costumbre con el clima del lugar. Están quienes salen a penas con una chamarra y quienes salen como momias con nada más que los ojos visibles. Pero, atención, que esto no quiere sencillamente decir que tengan más o menos tiempo aquí, porque hay quien llego hace veinte años desde Bangladesh y nunca terminará de acostumbrarse a una tierra que decide cambiar abruptamente entre los climas mas inclementes.
Después de la nevada, la vida nos alcanza.
Es fácil sentirse repentinamente bajo el asalto de las pequeñas impresiones de estar dentro de algún cuadro de los antiguos maestros Europeos, o en alguna escena de un filme para la pantalla grande, o del pasaje de alguna novela que se desarrolle en estas latitudes. Pero lo cierto es que conviene que estos breves asaltos se desvanezcan; el paisaje raramente se asemeja al de aquellas maravillosas tomas que han sido seleccionadas por los artistas para ser retratadas, la gente en las calles rara vez se está tan quieta o sigue trayectorias tan bien definidas. La nieve sí, está allí, y el frío, también, y del mismo modo el sutil y blanco brillo del neblinoso sol del invierno. Pero el desorden de la ciudad, de la vida diaria, nos recuerdan esa falta de ajuste entre nosotros y lo que se dice en las pantallas que deberíamos ser. Por eso está bien. Está bien porque abre paso a un sentimiento nuevo, mucho mas modesto y, en consecuencia, mucho más poderoso. Es el sentimiento que despierta al darse cuenta de que esa nevada, con su desorden, esa nevada que realmente nos arriesga a mojarnos los pies en un charco secreto de agua congelante, esa nevada que nos jode el día deteniendo el tránsito de los trenes, esa nevada, esa nevada es nuestra y viene a recordarnos que salimos para apropiarnos de la vida, para tomar un día más para nosotros mismos y alegrarnos porque no estamos nada más viviendo las historias de otros.

lunes, 21 de enero de 2019

Vida de un Mexiyorker: La Gran Tienda del Distrito del Este

"I've known rivers,
I've known rivers ancient as the world
and older than the flow of human blood in human veins.
My soul has grown deep like the rivers."
- The Negro Speaks of Rivers, Langston Hughes

A unas calles de mi casa en Bed-Stuy hay una vieja casona que puede parecer abandonada, aunque aún se le notan algunas atenciones como la pintura ocasionalmente renovada, un único foco siempre encendido frente a la puerta principal o el pasto del jardín recortado como con la quijada de un burro. Pero la ventana rota y mal tapiada en el ático,  la total clausura de las ventanas del primer piso, los fragmentos caídos de concreto y el crecimiento sin recortes de algunos arbustos, son los argumentos con los que la sensación de abandono domina la primera impresión que se tiene de esta casa.
El ojo más avispado notará la inscripción sobre el pórtico:

"1888-1988 EASTERN DISTRICT GRAND TENT #3
GRAND UNITED ORDER OF TENTS OF BROOKLYN"

      La Gran Orden Unida de las Tiendas de Brooklyn. ¿Qué podría ser eso? ¿Por qué guarda unos resabios a secretos, a logia, a esoterismo como el de aquellos antiguo pitagóricos que se reunían para jugar con geometrías y números porque creían que el universo responde a unos principios trascendentales de belleza?
     Mientras camino por otro barrio que frecuento, Morningside Heights, me pregunto si hay noches en las que algunas personas se escabullen silenciosamente por McDonough Street y entran por esa puerta con un número 87 para sostener alguna reunión a la luz de las velas y entre susurros para no levantar las sospechas de los vecinos. ¿Será una conspiración? Y pienso en la iglesia de la Profesa, en la esquina de Francisco I Madero con Isabel la Católica, donde en alguna ocasión los altos mandos del clero mexicano conspiraron la caída del último gran caudillo de la Independecia, Vicente Guerrero, un negro, un afromexicano, un mestizo, que se jugó la vida por el hartazgo y el dolor de sus antepasados y su gente.
     Tras andar un par de calles más, llego al lugar en el que algunos amigos de la universidad me dieron cita, un restaurante de ensaldas y otras porquerías orgánicas. Es un lugar como cualquier otro en esta zona (rica) de la ciudad. Muy bien arreglado, tiene un área de mesas para el consumo y una barra tras de la cual los empleados agregan los ingredientes que solicites en tu ensalada. Del mismo modos que los otros comercios en esta parte de la ciudad, tiene una línea invisible que nunca ha dejado de llamarme la atención: la línea Ying Yang. De un lado de la línea, el de la cocina y los empleados, todos son negros, salvo por ese puntito blanco que es el gerente. Del otro lado, del lado de los clientes, todos son blancos, salvo por un estudiante de intercambio que está haciendo la fila. Tal como aquel antiguo símbolo del equilibrio. La línea Ying Yang es particularmente presente en las zonas ricas de Manhattan - el epicentro de los blancos y los ricos y Wall Street, representando, en este caso, el total desequilibrio. Aunque en otras zonas de las ciudad se hace más frecuente tener gente de distintos colores de ambos lados del mostrador, aquí siguen siendo los primos norteños de Guerrero los que prestan servicios por un menor ingreso.
     Como me niego a consumir en locales donde te venden la idea falsa de ser saludable por ser un comehojas, espero a mis amigos mirando mi celular. Navegador -> Google -> Grand United Order of Tents. Hay bastantes resultados. Sí hubo algo de conspiración involucrada en esto, pero no como aquella de la Profesa. La Orden fue organizada por dos ex esclavas, Annetta M Lane y Harriett R Taylor, para ofrecer techo, alimentación y cuidados a personas que no estuvieran en posibilidades de obtenerlos por sí mismas. Dato curioso, es la orden de las "Tiendas" en honor a las improvisadas tiendas de campaña que utilizaban los esclavos en el Ferrocarril Subterráneo (Undeground Railroad), que, no, no es un sistema de metro - como yo pensé la primera vez que estuché sobre él - sino que fue una red secreta de lugares donde se daba asilo a esclavos que escapaban de las plantaciones. Y a veces, mientras intentaban alcanzar alguno de estos lugares, pasaban las noches en bosques o campos improvisando tiendas. Claro que una vez libres, se hallaban sin techo, sin dinero, sin ningún tipo de propiedad o título escolar que les siriviera para incorporarse a un trabajo de remuneración mayor. Entonces personas como las Hermanas (Sisters) de la Gran Orden Unida de las Tiendas, les ofrecían apoyo para superar los efectos de una sociedad que realmente no tomaba acciones serias para acabar con el sistema mismo de esclavitud.
     Mis amigos regresan de la barra con sus horrorosas ensaldas y salimos del local. Caminamos de vuelta a la escuela, Columbia University. Voy mirando por los cristales las líneas Ying Yang de todos los comercios en la zona de esa universidad que fue fundada por ingleses propietarios de esclavos, misma que hoy por hoy maquilla el hecho de que a penas el 5.4% de sus estudiantes son negros, alegando en su sitio web que el 50% de los estudiantes de licenciatura son "de color". El problema es que en la categoría "de color" entramos los latinos, entran los indios, los vietnamitas, los indígenas, etc. Y cuando cuentas a los negros, cuantas - con más probabilidad - a los descendientes de los esclavos, cuentas así el progreso en reparar los daños de una gente que fue secuestrada de sus familias, país y continente para morir trabajando. Pero con esa treta de color, le dan la vuelta a la cifra pura y dura que indica que en esta parte de la ciudad las cosas han cambiado un 5.4% + Ying Yang desde los años de Abraham Lincoln.
     En esa universidad un profesor gana $119,000 USD al año ($118,400 pesos al mes) y un estudiante de licenciatura paga $74,199 USD anuales ($117,480 pesos al mes). Mientras tanto en mi barrio se deteriora la casa de la Gran Orden de las Tiendas que Annetta y Harriett - que sin problemas habrían gritado en la parroquia de Dolores ¡Muera el mal gobierno! - fundaron para ayudar a los que durante siglos se rompieron la espalda llevando las cargas de los fundadores de la universidad.
     Por eso el Nueva York del que yo me llevaré un cachito de vuelta para las ultra chingonas tierras de Chilangolandia y Pipopetlan, es el Nueva York de las Sisters de Annetta y Harriett, que tal vez sí eran como aquellos pitagóricos que se reunían porque creían que el universo responde a unos principios fundamentales de belleza, la belleza de extender una mano por la justicia.


 

*Vida de un Mexiyorker cuenta historias basadas en las experiencias de este gato de biblioteca al pasar unos años viviendo en la gran manzana.