martes, 8 de agosto de 2017

¿Dónde están los lugares? / Where are the places?

ES/EN

¿Y si no hubiera más dónde esconderme?
¿Y si fuera transparente en cualquier lugar?
¿Y si Central Park fuera una milpa llamada Alameda Central?
Tendría, entonces, que llevarlo todo en mí.
Podría, entonces, ser un portador de lugares, un trenzador de sitios que no paran de caminar.
Sabría, entonces, estar en mí.

¿Y si el único lugar estuviera entre la memoria y el corazón?
¿Y si, tras caminar el infinito, volviera a encontrarme aquí?
Me sentaría, entonces, de nuevo junto a una silla rota, frente a las mazorcas entre la niebla de Zacatlán, para alzar el rostro a la luz de Manhattan mientras inhalo el aire de Chapultepec.

¿Y si pudiera comer con masala un aguacate y decir con sorpresa un 'chale, yo'?
¿Y si latkas con chipotle fuera un platillo nacional de los trashumantes moradores de caminos?
¿Y si my tongue, my twisting tongue, saboreara every possible difference entre un mot et l'autre, zwischen ich und du, entre aquí y allá?
Desearía, entonces, a todos los lugares estar en mí.

Imágenes abajo.
*Central Park. Parque ubicado en el centro de Nueva York.
*Manhattan. Isla de la ciudad de Nueva York que concentra el distrito financiero y la atención de las cámaras.
*Masala. Mezcla de especias del sureste de Asia,
*Yo. En jerga de inglés estadounidense sirve para llamar la atención de alguien o para dar énfasis a lo que se dice.
*Latkas. Platillo frito de papas que es tradicional de la fiesta judía de Jánuca.

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What if I had nowhere to hide?
What if I were transparent anywhere?
What if Central Park was a milpa named Alameda Central?
Then, I'd have to carry it all within me.
Then, I could be a bearer of places, a braider of the spaces that don't stop walking.
Then, I'd know how to be in me.

What if the only place layed between memory and heart?
What if, after walking infinity, I found my self back here?
Then, I'd sit again next to a broken chair, facing the mazorcas between the mist of Zacatlán, raising my face to the light of Manhattan while I inhale the air of Chapultepec.

What if I could eat avocado with masala and say surprised a 'chale, yo'?
What if latkas with chipotles was a national dish of the nomadic dwellers of roads?
What if mi lengua, mi juguetona lengua, could taste cada posible diferencia entre un mot et l'autre, zwischen ich und du, between here and there?
Then, I would desire all places to be in me.

*Milpa. Traditional plantation of corn and other plants, most frequently beans, zucchini and chile.
*Alameda Central. The oldest public garden in Mexico and America - which is a continent - located in downtown Mexico City.
*Mazorca. Plant and fruit of the corn.
*Zacatlán. Municipality and city in the state of Puebla, Mexico.
*Chapultepec. The largest park in Mexico City, twice as big as Central Park.
*Masala. A spice mix from south asian cuisine.
*Chale. Mexican slang expressing surprise.
*Chipotles. Plural of chipotle, a dried jalapeño chile.


St. Patrick's Cathedral, New York, New York, USA
Iglesia del Señor Santiago, Tepeixco, Puebla, México


miércoles, 19 de abril de 2017

Vine a Comala

Vine a Comala porque me dijeron que acá había un restaurante o unos tacos o algo que comer, pero resultó que era domingo y casi todo estaba cerrado. Esto fue hace ya varios años. Lo que sí encontré fue una estatua de Juan Rulfo sentado en una banca de la plaza principal. Rulfo tiene un libro recargado en su regazo y frente a él un niño que, sentado en cuclillas sobre un banco, lo mira atento y con la mano en el mentón.
Juan Rulfo escribió unos cuentos que definitivamente no se dirigían a los niños y una novela que se sitúa en Comala sin presentarla como ningún destino particularmente apetecible - digamos que un lugar sin vida.
Esto y otras cosas me sorprendieron cuando, tras preguntarle al dependiente de la única cafetería que encontré abierta, que si mucha gente iba de visita por el libro, este respondió: ¿Cuál libro? Este que tiene a la venta en el mostrador, aclaré. Dijo que no sabía, pero más bien iban a comprarle muchos toritos, un dulcísimo destilado local del cual terminé por comprar un par de botellas.
Hubo una vez un secretario de cultura que no leyó a Rulfo, quien le sugirió a un gobernador que no leyó a Rulfo, que le dijera al presidente municipal que no leyó a Rulfo, que comisionara a algún escultor que no leyó a Rulfo, para hacer una estatua de Rulfo. ¿Y ese quién es? La pregunta habrá corrido de boca en boca. Pues escribió unos cuentos, habrá sido la información que corrió de regreso. ¿Y de qué? Pues de Comala. ¿Comala la de los toritos? Ajá, parece que no hay otra. 
Y, sabiendo que los cuentos los leen los niños, el escultro hizo su trabajo de esculpir y el presidente municipal hizo su trabajo de poner un templete y ceder una banca y el secretario de cultura hizo su trabajo de apartar un tanto del presupuesto y el gobernador hizo su trabajo de cortar el listón. Nadie sabía nada de Rulfo, pero mientras todos supieran la misma nada, podían darle forma a un Rulfo y un niño que representarían en el futuro una firme base para las palomas placeras. 
Algún ingenuo editor que acudió a la inauguración cargado de ejemplares de Pedro Páramo y del Llano en llamas, se halló sin haber hecho los gastos del viaje cuando, el evento terminado, la multitud desapareció sin jamás haber sospechado que los textos de Rulfo eran de ese tipo de textos que de hecho son para leerse. El amistoso vendedor de vasos de torito con hielo, tras hacer su agosto, le habría invitado al editor un sángüich en la única cafetería abieta - porque las inauguraciones son en domingo - y el editor habría dejado allí unos libros a comisión porque de verdad era ingenuo.
Espero que, al menos, el escultor haya tenido la astucia de hacer la estatua de modo que se pueda retirar de la banca, es decir, que no la haya soldado. Ya que sería mucho más patético el siguiente caso: si un futuro alcalde que no leyó a Rulfo mandara a un pintor de brocha gorda que no leyó a Rulfo a pintar las bancas del parque y, este buenhombre, no pudiendo separar la estatua de la banca y con la característica delicadeza de los hombres que hacen trabajos a destajo para el estado después de ingerir unos decilitros del necesario torito, pintara el borde de la espalda y las nalgas de Rulfo con el nuevo color de la banca.
Me alegro, eso sí, de que hayan puesto una placa conmemorativa y explicativa. De otro modo, al ojo del turista que no leyó a Rulfo, la estatua pasaría a ser conocida como ¨el niño bolero de Comala¨. Como esta clase curiosidades se hacen famosas en el internet, llegarían más tarde muchos turistas al pueblo y se preguntarían por qué el niño bolero no tiene un trapo o por qué el zapato de 'ese señor' no está recargado en el cajón; alguno incluso preguntaría por qué el hombre no lee su libro mientras espera que le den brillo a sus zapatos. Completamente fuera de su propósito, la estatua se tornaría una atracción que llamaría la atención nacional, atrayendo gente a Comala en domingo y forzando a los negocios locales a abrir para no desaprovechar la oportunidad. 
Entre esta multitud de visitantes, no faltarían los expertos en arte quienes, a tono con unos toritos, aventurarían hipótesis. Unos, que la visión vanguardista del artista lo llevó a retratar, no el momento del boleo, sino el momento previo, justo cuando el cliente se sienta y el niño no ha sacado su trapo; esto con el objetivo de crear una tensión temporal dinámica en el observador que sabe que una acción está a punto de suceder, pero nunca llega, convidando así a la exploración de la incompletud perpetua de la vacua acción humana. Otros tildarían a los anteriores de esnobs existencialistas afrancesados y responderían que esa visión del niño proletario como mero sujeto del capitalismo es reduccionista, que no es que falte trapo, sino que el niño, en señal de resistencia, mantiene su herramienta de trabajo guardada mientras estudia y analiza a su explotador burgués que controla la cultura - y por eso el libro en las manos de 'ese señor' que lo mantiene cerrado para impedir la liberación del niño por la vía de la ilustración y perpetuar así la reproducción de las clases. Alguien más notaría el adultocentrismo de la representación que mantiene al niño en un nivel menor mientras el adulto se sienta en una amplia banca en la que perfectamente caben ambos. Pero afortunadamente pusieron una placa conmemorativa y explicativa, para que el asunto no se preste a confusiones ni malentendidos y todos tengamos claro quién es Rulfo sin representaciones faltas a la realidad.
Lo cierto es que si yo hubiera sido el gobernador, habría hecho que todos lo leyeran y luego le poníamos una estatua al torito.

lunes, 6 de marzo de 2017

We don't have so many doors!

fig. 1 puertas de la calle
We don’t have so many doors. Fue la conclusión de un diálogo sobre la amabilidad y las diferencias culturales que sostuve con una compañera india en Nueva York.
La infraestructura es algo que damos por sentado hasta que no funciona o hasta que no hace sentido con nuestra cultura. Es decir, no tenemos idea de qué es un sistema operativo – y de hecho nos importa un bledo – hasta que la computadora se congela en una pantalla azul. O bien, las puertas son una cosa cualquiera de la vida diaria, ¡hasta que hay demasiadas!


fig. 2 para salir del foyer
¿Cómo puede haber demasiadas puertas? En un día normal llego a la universidad y, supongamos, voy a ver a un equipo para trabajar en la cafetería. Entro por un par depuertas que son la entrada de la calle (fig. 1), pero eso no me da entrada precisamente a la parte principal del edificio, sino a un espacio que en México no acostumbramos – aquí se pone cultural el asunto – y se llama foyer. El foyer es un espacio que se define por estar entre dos juegos de puertas. Así, tal cual. Uno entra de la calle a una habitación que puede ser pequeña si se trata de una casa o grande si es un edificio como mi facultad y no hay nada salvo por otro par de puertas que están del otro lado; probablemente hay una banca para poder disfrutar de la experiencia de sentarse entre dos pares de puertas – experiencia única para un mexicano. Bueno, continúa mi recorrido, salgo del foyer atravesando el
fig 3. dos puertas dobles para entrar a la escalera
segundo juego de puertas (fig. 2) y me encuentro en la recepción, me identifico con mi credencial, paso al pasillo principal y camino un par de metros hasta otro juego de puertas. De hecho, ahora hay dos juegos de puertas dobles (fig. 3), un juego junto al otro ¡y todas dan paso al mismo lugar! Así que puedo elegir si quiero pasar por el juego de puertas de la izquierda o el de la derecha, igual me llevan a las escaleras. Bajo por las escaleras y atravieso otro par de puertas para salir al sótano (fig. 4). Tras recorrer un par de pasillos en el laberinto del sótano, llego a otro par de puertas (fig. 5) tras las cuales hay un espacio cuadrado, a mi izquierda hay otra puerta que conduce a un pasillo que no me interesa, junto otra puerta
fig. 4 para salir de la escalera
para una oficina que tampoco me interesa; a mi derecha hay otras escaleras y frente a mi hay ¡otro juego de puertas dobles! (fig. 6) Atravieso ese juego de puertas dobles que me lleva a otro pasillo al final del cual hay otro juego de puertas dobles, siempre abiertas, tras el cual se encuentra la cafetería (fig. 7). Atravesé siete juegos de puertas, de las cuales tuve que abrir seis. En mi facultad de México – no menos laberíntica – habría atravesado tres juegos de puertas que están siempre abiertas. No sólo son muchas puertas, sino que la mayoría – en especial las del
foyer  que da a la calle – son tan gruesas y pesadas que no es raro ver gente forcejeando para abrirlas.

Entre las opciones posibles para explicar este asunto se cuentan: los arquitectos eran fans de Jim Morrison, había que justificar gastos, el sindicato de porteros era muy poderoso o bien, latitud y altitud. Dado que la ciencia sugiere siempre quedarse con la explicación más aburrida, voy con latitud y altitud.
fig. 5 puertas en el pasillo
Nueva York tiene la humedad de una ciudad costera y se encuentra ya muy entrada en el hemisferio norte; los inviernos alcanzan temperaturas bajo cero y los veranos, aunque con moderados 28°C, tienen una humedad sofocante del 90%. Para regular la temperatura de los edificios grandes es útil dividirlos en espacios más pequeños, por eso los juegos de varias puertas que subdividen pasillos y escales. Y los foyers  sirven como aislantes entre el interior y el exterior; las puertas gruesas y pesadas también ayudan a ello.
Pero la conclusión de mi conversación era sobre la amabilidad. A mi amiga india y a mí nos sorprendía que los neoyorquinos parecen en general gente bastante más indiferentes que los rajastanos o los cholultecas, parecen más secos y distantes en algunas cosas que para nuestros países de origen se considerarían amabilidad fundamental; salvo por las puertas. En torno a ese pedazo de infraestructura con bisagras se condensa la expresión de atención humana más
fig. 6 puertas después de las puertas de la fig. 5
fundamental de los neoyorkinos: sostener la puerta para que pase alguien más. Si entras al edificio y alguien viene inmediatamente atrás, sostienes la puerta hasta que la alcance o incluso la mantienes abierta para que pase; lo mismo si vas a salir y alguien estaba por entrar o viceversa. Quien alcanza la puerta primero la sostiene para alguien que esté a una distancia relativamente corta de la misma. A veces, en un despliegue amplio de cortesía, alguien puede sostener la puerta incluso si estás aún a varios pasos de ella, entonces apuras el paso para corresponder y no tener a la persona sosteniéndote la puerta por mucho tiempo.
La correspondencia es otro asunto, siempre se usa un breve thank you murmurado al pasar por la puerta que esa persona te mantuvo abierta. O, en el caso del foyer, se puede dar una interacción más elaborada: si una persona me sostiene el primer par de puertas del foyer, yo me adelanto y a cambio le sostengo el segundo par de puertas. El foyer sí es un espacio muy materialmente vacío, pero en Nueva York a más puertas, más posibilidad de cortesía. (Supongo que la moral neoyorquina sufre una sobredosis en Home Depot. (fig. 8))
fig. 7 puertas de la cafetería

¿Por qué – nos preguntábamos mi amiga y yo – ese asunto de sostener la puerta no es tan relevante en México o en la India, donde en otros aspectos la gente parece más amable? Pues porque we don’t have so many doors.


fig. 8 Paraíso/Sobredosis de los neoyorquinos amables