Itacatzin era un mortal, un tacólico como cualquier otro. Itacatzin vivía con su amado y les era placentero acompañarse a comer. En su departamento en la colonia Doctores, en el Distrito Federal, cada noche tras volver del trabajo pedían comida o salían a comprarla para disfrutar en su sala con una buena charla junto a su ventana del quinto piso, al calor de las cumbias del vecino del seis y contemplando el tendedero de la azotea de enfrente.
Fue en tiempos de la gran Gripa del Puerco cuando el amado de Itacatzin cayó enfermo y fue internado en un hospital. Cada noche los dos buenos hombres añoraban los tacos del Paisa, las alitas de doña Maru, las tortas "Chema" o las gorditas de la esquina; extrañaban ver bajar el sol que perfilaba naranja un ensoñador paisaje de antenas y tinacos. Y la añoranza los consumía; viviendo en las memorias no supieron hallar sentido en la insípida gelatina del hospital.
Una noche sucedió lo peor. Conforme los médicos se retiraban de la cama, Itacatzin derramaba una lágrima por cada platillo que aquella su amada boca no volvería a probar. Pero Itacatzin no desesperó y al volver a casa pidió ayuda al señor Tacocóatl y a la señora Tacoatlihcue. Ni siquiera a ellos les está concedido retornar a los idos; no se puede ablandar una tortilla tostada. Sin embargo, conmovidos, le entregaron a Itacatzin unos tennis Panam con alas de quetzal. Itacatzin se arrodilló, se quitó sus zapatos Andrea y calzó el divino regalo, las agujetas se amarraron solas con doble nudo, todas las luces del apartamento titilaron, las alas empezaron a batir, se oyó el sonido de caracolas, el tocar teponaztles y al fondo el sonido de la Sonora Dinamita con el vecino del seis. Itacatzin alzó el vuelo, dispuesto a comprar comida en cada puesto de la delegación. Salió por la ventana y tras avanzar unos metros en el aire, se enredó bien cabrón con unos cables de luz y ya mejor se fue caminando.
Esa noche compró 230 tacos, 120 quesadillas, 72 gringas, 20 alambres, 64 tortas, 47 hamburguesas, 48 jochos, 4 kilos de papas a la francesa, 45 tamales de los cuales 15 fritos, 15 en torta y 15 fritos en torta capeada, 6 litros de atole, una orden de salchipulpos y un alka seltzer. Cargando su prenda de amor, entró a la estación del metro más cercana y voló por los túneles hasta metro Barranca del Muerto, porque allí se abre por las noches un portal al inframundo, al mítico Mictlampa.
A la entrada del Mictlampa aguardaba el gigante Tostatecuhtli, señor de las tortillas tostadas, de los bolillos duros y del refresco sin gas. Itacatzin habló de este modo al señor Tostatecuhtli: "Traigo este itacate, un lonchecito, para mi amado que ahora habita en sus recintos, señor Tostatecuhtli, y he de entrar."
El señor Tostatecuhtli respondió así a Itacatzin: "Soy el señor Tostatecuhtli, guardián de los recintos de abajo del metro Barranca y no he de permitir que nadie entre si no puede probar que en verdad desea entrar. Si deseas entrar, Itacatzin portador de comida, has de darme algo de comer."
Itacatzin miró con preocupación los alimentos que llevaba para su amado, no querría dejar ninguno. El apetito del señor Tostatecuhtli es grande y podría continuar comiendo hasta terminar con todo, pero necesitaba entrar.
"Así sea." Respondió Itacatzin al señor Tostatecuhtli. Tomó un tamal y lo acercó a la boca de la deidad. Cuando el gigante abrió la boca para recibir la ofrenda, Itacatzin dejó caer el tamal y en su lugar introdujo el brazo entero en las fauces de Tostatecuhtli, que mordió y arrancó el brazo. Mientras el guardián del Mictlampa se ahogaba con el brazo atorado en al garganta, Itacatzin levantó el tamal caído, abrió las puertas del inframundo y entró. Grande fue el rebumbio de las calacas cuando Itacatzin y su amado compartieron sus alimentos y se armó una pachanga mortal.
Cuando se alistaban unos chilaquiles para la tornafiesta, apareció el señor Tostatecuhtli, quien tuvo que reconocer la enormidad del gesto amoroso de Itacatzin y - habiendo convencido a otras deidades - lo convirtieron en señor de la entrega de comida y la comida para llevar.
Comentario del Dr. Cozit Alrebaize, antropólogo de la religión.
El mito de Itacatzin es uno de los textos más antiguos en el Tacolicismo. Comienza con un tacólico como cualquier otro que termina por incorporarse a las filas de las deidades tacólicas, esto revela cómo para los tacólicos las fronteras entre lo mundano y lo divino son muy tenues y pueden transitarse con facilidad, por ello hallan la trascendencia en alimentarse, en el acto más terrenal. Para ellos la división entre lo divino como espiritualmente puro y lo terrenal como sucio, es falsa, buscan deshacerse de las dualidades y demostrar la unidad del mundo.
Cabe destacar cómo a las sumas deidades Tacocóatl y Tacoatlihcue no "les está concedido retornar a los idos". Para los tacólicos sus dioses no son fuerzas últimas o todopoderosas, están sujetas a limitaciones: la muerte las supera y también pasan hambre o pueden atragantarse. Esto es fundamental en la mentalidad tacólica, ya que no creen en el poder absoluto como recurso para resolver problemas. Como lo revela la escena de los Panam con alas de quetzal, incluso siendo seres limitados, los dioses y los mortales pueden actuar y aprovechar los recursos disponibles para resolver sus problemas. Que no se tenga el poder total de cambiar las cosas, no quiere decir que no haya estrategias alternativas. En esta religión no hay soluciones definitivas, la vida es un devenir constante como la rotación de un trompo de pastor.
La escena de los cables es otro indicador importante del pensamiento tacólico. A pesar del privilegio de los Panam con alas, este Hermes chilango se topa con que una ciudad mal organizada le estorba incluso a un favorecido de los dioses. De aquí se desprenden dos consecuencias. Una es que Itacatzin hace el recorrido a pie, pues el tacólico ha de perseverar en sus trabajos incluso si ello supone el mayor esfuerzo, cuando se le mete una idea, nadie se la quita: es disciplinado. Por otro lado los tacólicos advierten que para volar hay que despejar el cielo, que mientras no se arreglen los problemas cercanos, no podremos ir lejos.
Finalmente hay que destacar que Itacaztin y su amado nunca cocinaron sus alimentos, los conseguían de alguien más en sus tardes de disfrute y es de alguien más que Itacatzin los consigue para llevarlos al inframundo. Itacatzin es patrono de los repartidores, de UberEats, de los tuppers para llevarse la comida en las fiestas y de los meseros, porque su labor es llevar, asegurarse de que se reciba. La gran virtud que lo llevó a la divinidad es la entrega. En esta historia, la entrega de los tacos - y otras guzguerías - es también la entrega como sacrificio por el bienestar ajeno; Itacatzin prefiere entregar su brazo a Tostatecuhtli que fallar en entregar toda la comida a su amado. Es también por esto que Itacatzin es patrono de los meseros, tiene sólo una mano para llevar la comida, como ellos cargan la charola con sólo una mano. La comida que se lleva a un viaje o a otro lugar, incluso al último viaje que es al inframundo, es una forma de aprecio y de cuidado que se extiende más allá de los límites de la cocina. No es el alimento que es sólo para quien está cerca, es el compromiso que va más allá y llega a donde sea necesario, es un acto de procuración que no tiene miedo a las distancias o riesgos, por ello Itacatzin es también un símbolo de compromiso.
sábado, 9 de septiembre de 2017
martes, 8 de agosto de 2017
¿Dónde están los lugares? / Where are the places?
ES/EN
¿Y si no hubiera más dónde esconderme?
¿Y si fuera transparente en cualquier lugar?
¿Y si Central Park fuera una milpa llamada Alameda Central?
Tendría, entonces, que llevarlo todo en mí.
Podría, entonces, ser un portador de lugares, un trenzador de sitios que no paran de caminar.
Sabría, entonces, estar en mí.
¿Y si el único lugar estuviera entre la memoria y el corazón?
¿Y si, tras caminar el infinito, volviera a encontrarme aquí?
Me sentaría, entonces, de nuevo junto a una silla rota, frente a las mazorcas entre la niebla de Zacatlán, para alzar el rostro a la luz de Manhattan mientras inhalo el aire de Chapultepec.
¿Y si pudiera comer con masala un aguacate y decir con sorpresa un 'chale, yo'?
¿Y si latkas con chipotle fuera un platillo nacional de los trashumantes moradores de caminos?
¿Y si my tongue, my twisting tongue, saboreara every possible difference entre un mot et l'autre, zwischen ich und du, entre aquí y allá?
Desearía, entonces, a todos los lugares estar en mí.
Imágenes abajo.
*Central Park. Parque ubicado en el centro de Nueva York.
*Manhattan. Isla de la ciudad de Nueva York que concentra el distrito financiero y la atención de las cámaras.
*Masala. Mezcla de especias del sureste de Asia,
*Yo. En jerga de inglés estadounidense sirve para llamar la atención de alguien o para dar énfasis a lo que se dice.
*Latkas. Platillo frito de papas que es tradicional de la fiesta judía de Jánuca.
---
What if I had nowhere to hide?
What if I were transparent anywhere?
What if Central Park was a milpa named Alameda Central?
Then, I'd have to carry it all within me.
Then, I could be a bearer of places, a braider of the spaces that don't stop walking.
Then, I'd know how to be in me.
What if the only place layed between memory and heart?
What if, after walking infinity, I found my self back here?
Then, I'd sit again next to a broken chair, facing the mazorcas between the mist of Zacatlán, raising my face to the light of Manhattan while I inhale the air of Chapultepec.
What if I could eat avocado with masala and say surprised a 'chale, yo'?
What if latkas with chipotles was a national dish of the nomadic dwellers of roads?
What if mi lengua, mi juguetona lengua, could taste cada posible diferencia entre un mot et l'autre, zwischen ich und du, between here and there?
Then, I would desire all places to be in me.
*Milpa. Traditional plantation of corn and other plants, most frequently beans, zucchini and chile.
*Alameda Central. The oldest public garden in Mexico and America - which is a continent - located in downtown Mexico City.
*Mazorca. Plant and fruit of the corn.
*Zacatlán. Municipality and city in the state of Puebla, Mexico.
*Chapultepec. The largest park in Mexico City, twice as big as Central Park.
*Masala. A spice mix from south asian cuisine.
*Chale. Mexican slang expressing surprise.
*Chipotles. Plural of chipotle, a dried jalapeño chile.
¿Y si no hubiera más dónde esconderme?
¿Y si fuera transparente en cualquier lugar?
¿Y si Central Park fuera una milpa llamada Alameda Central?
Tendría, entonces, que llevarlo todo en mí.
Podría, entonces, ser un portador de lugares, un trenzador de sitios que no paran de caminar.
Sabría, entonces, estar en mí.
¿Y si el único lugar estuviera entre la memoria y el corazón?
¿Y si, tras caminar el infinito, volviera a encontrarme aquí?
Me sentaría, entonces, de nuevo junto a una silla rota, frente a las mazorcas entre la niebla de Zacatlán, para alzar el rostro a la luz de Manhattan mientras inhalo el aire de Chapultepec.
¿Y si pudiera comer con masala un aguacate y decir con sorpresa un 'chale, yo'?
¿Y si latkas con chipotle fuera un platillo nacional de los trashumantes moradores de caminos?
¿Y si my tongue, my twisting tongue, saboreara every possible difference entre un mot et l'autre, zwischen ich und du, entre aquí y allá?
Desearía, entonces, a todos los lugares estar en mí.
Imágenes abajo.
*Central Park. Parque ubicado en el centro de Nueva York.
*Manhattan. Isla de la ciudad de Nueva York que concentra el distrito financiero y la atención de las cámaras.
*Masala. Mezcla de especias del sureste de Asia,
*Yo. En jerga de inglés estadounidense sirve para llamar la atención de alguien o para dar énfasis a lo que se dice.
*Latkas. Platillo frito de papas que es tradicional de la fiesta judía de Jánuca.
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What if I had nowhere to hide?
What if I were transparent anywhere?
What if Central Park was a milpa named Alameda Central?
Then, I'd have to carry it all within me.
Then, I could be a bearer of places, a braider of the spaces that don't stop walking.
Then, I'd know how to be in me.
What if the only place layed between memory and heart?
What if, after walking infinity, I found my self back here?
Then, I'd sit again next to a broken chair, facing the mazorcas between the mist of Zacatlán, raising my face to the light of Manhattan while I inhale the air of Chapultepec.
What if I could eat avocado with masala and say surprised a 'chale, yo'?
What if latkas with chipotles was a national dish of the nomadic dwellers of roads?
What if mi lengua, mi juguetona lengua, could taste cada posible diferencia entre un mot et l'autre, zwischen ich und du, between here and there?
Then, I would desire all places to be in me.
*Milpa. Traditional plantation of corn and other plants, most frequently beans, zucchini and chile.
*Alameda Central. The oldest public garden in Mexico and America - which is a continent - located in downtown Mexico City.
*Mazorca. Plant and fruit of the corn.
*Zacatlán. Municipality and city in the state of Puebla, Mexico.
*Chapultepec. The largest park in Mexico City, twice as big as Central Park.
*Masala. A spice mix from south asian cuisine.
*Chale. Mexican slang expressing surprise.
*Chipotles. Plural of chipotle, a dried jalapeño chile.
![]() |
St. Patrick's Cathedral, New York, New York, USA |
![]() |
Iglesia del Señor Santiago, Tepeixco, Puebla, México |
miércoles, 19 de abril de 2017
Vine a Comala

Juan Rulfo escribió unos cuentos que definitivamente no se dirigían a los niños y una novela que se sitúa en Comala sin presentarla como ningún destino particularmente apetecible - digamos que un lugar sin vida.
Esto y otras cosas me sorprendieron cuando, tras preguntarle al dependiente de la única cafetería que encontré abierta, que si mucha gente iba de visita por el libro, este respondió: ¿Cuál libro? Este que tiene a la venta en el mostrador, aclaré. Dijo que no sabía, pero más bien iban a comprarle muchos toritos, un dulcísimo destilado local del cual terminé por comprar un par de botellas.
Hubo una vez un secretario de cultura que no leyó a Rulfo, quien le sugirió a un gobernador que no leyó a Rulfo, que le dijera al presidente municipal que no leyó a Rulfo, que comisionara a algún escultor que no leyó a Rulfo, para hacer una estatua de Rulfo. ¿Y ese quién es? La pregunta habrá corrido de boca en boca. Pues escribió unos cuentos, habrá sido la información que corrió de regreso. ¿Y de qué? Pues de Comala. ¿Comala la de los toritos? Ajá, parece que no hay otra.
Y, sabiendo que los cuentos los leen los niños, el escultro hizo su trabajo de esculpir y el presidente municipal hizo su trabajo de poner un templete y ceder una banca y el secretario de cultura hizo su trabajo de apartar un tanto del presupuesto y el gobernador hizo su trabajo de cortar el listón. Nadie sabía nada de Rulfo, pero mientras todos supieran la misma nada, podían darle forma a un Rulfo y un niño que representarían en el futuro una firme base para las palomas placeras.
Algún ingenuo editor que acudió a la inauguración cargado de ejemplares de Pedro Páramo y del Llano en llamas, se halló sin haber hecho los gastos del viaje cuando, el evento terminado, la multitud desapareció sin jamás haber sospechado que los textos de Rulfo eran de ese tipo de textos que de hecho son para leerse. El amistoso vendedor de vasos de torito con hielo, tras hacer su agosto, le habría invitado al editor un sángüich en la única cafetería abieta - porque las inauguraciones son en domingo - y el editor habría dejado allí unos libros a comisión porque de verdad era ingenuo.
Espero que, al menos, el escultor haya tenido la astucia de hacer la estatua de modo que se pueda retirar de la banca, es decir, que no la haya soldado. Ya que sería mucho más patético el siguiente caso: si un futuro alcalde que no leyó a Rulfo mandara a un pintor de brocha gorda que no leyó a Rulfo a pintar las bancas del parque y, este buenhombre, no pudiendo separar la estatua de la banca y con la característica delicadeza de los hombres que hacen trabajos a destajo para el estado después de ingerir unos decilitros del necesario torito, pintara el borde de la espalda y las nalgas de Rulfo con el nuevo color de la banca.
Me alegro, eso sí, de que hayan puesto una placa conmemorativa y explicativa. De otro modo, al ojo del turista que no leyó a Rulfo, la estatua pasaría a ser conocida como ¨el niño bolero de Comala¨. Como esta clase curiosidades se hacen famosas en el internet, llegarían más tarde muchos turistas al pueblo y se preguntarían por qué el niño bolero no tiene un trapo o por qué el zapato de 'ese señor' no está recargado en el cajón; alguno incluso preguntaría por qué el hombre no lee su libro mientras espera que le den brillo a sus zapatos. Completamente fuera de su propósito, la estatua se tornaría una atracción que llamaría la atención nacional, atrayendo gente a Comala en domingo y forzando a los negocios locales a abrir para no desaprovechar la oportunidad.
Entre esta multitud de visitantes, no faltarían los expertos en arte quienes, a tono con unos toritos, aventurarían hipótesis. Unos, que la visión vanguardista del artista lo llevó a retratar, no el momento del boleo, sino el momento previo, justo cuando el cliente se sienta y el niño no ha sacado su trapo; esto con el objetivo de crear una tensión temporal dinámica en el observador que sabe que una acción está a punto de suceder, pero nunca llega, convidando así a la exploración de la incompletud perpetua de la vacua acción humana. Otros tildarían a los anteriores de esnobs existencialistas afrancesados y responderían que esa visión del niño proletario como mero sujeto del capitalismo es reduccionista, que no es que falte trapo, sino que el niño, en señal de resistencia, mantiene su herramienta de trabajo guardada mientras estudia y analiza a su explotador burgués que controla la cultura - y por eso el libro en las manos de 'ese señor' que lo mantiene cerrado para impedir la liberación del niño por la vía de la ilustración y perpetuar así la reproducción de las clases. Alguien más notaría el adultocentrismo de la representación que mantiene al niño en un nivel menor mientras el adulto se sienta en una amplia banca en la que perfectamente caben ambos. Pero afortunadamente pusieron una placa conmemorativa y explicativa, para que el asunto no se preste a confusiones ni malentendidos y todos tengamos claro quién es Rulfo sin representaciones faltas a la realidad.
Lo cierto es que si yo hubiera sido el gobernador, habría hecho que todos lo leyeran y luego le poníamos una estatua al torito.
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