viernes, 10 de julio de 2020

Dark: mi serie conservadora favorita


No lo parece a primera vista, pero Dark es una serie muy conservadora. Justo como plantea la misma serie, lo importante es lo que está más allá de la primera vista, para notarlo hay que ir al origen. ¿En qué sentido lo digo? Y es que eso de conservadurismo puede querer decir muchas cosas, que cambian incluso según la época en la que estemos (guiño guiño). Quiero decir que Dark es una serie conservadora, principalmente, porque su argumento está basado en una idea que rechaza la diversidad. Lo que estoy diciendo tiene que ver y, al mismo tiempo, no tiene que ver (bueno, si vieron la serie, les gustan las apradojas ¿no?) con lo que suele entenderse por diversidad coloquialmente. Es decir, no estoy diciendo que Dark sea una serie homofóbica, ni racista, ni clasista, ni nada de eso, sino que se basa sobre el mismo principio común de todas esas formas de imposición.
Sí es cierto que en la serie podrían señalarse alguna de estas cuestiones, por ejemplo, apuntar a la falta de personajes no blancos y no alemanes. Aunque a esto también se podría responder que en una historia que parte de familias instaladas en un pequeño pueblo alemán desde finales del siglo XIX, con la (no mencionada) segunda guerra mundial en medio, es difícil incluir mucha gente no blanca. Así que la cosa no va por ahí. Todavía más, es cierto que tenemos un personaje trans con un breve, pero feliz, arco que concluye con una existosa aceptación pública de su identidad, pero tampoco es realmente eso a lo que me refiero.
Habrá también quien pueda hacer notar la distinción de género como un principio fundamental de la historia: en un mundo manda un niño y en otro mundo manda una niña, en el mundo del niño el objetivo es destruirlo todo, como lo dicta la dureza del macho; mientras que en el mundo de la niña, el objetivo es salvar al mundo que ha dado la vida, preservar a la fuerza materna, como lo dicta la maternidad de la hembra. Este reforzar los roles de género en una "guerra de los sexos" - guerra espaciotemporal de los sexos - bien apunta a un entendimiento más conservador de cómo funcionan las cosas, dividiéndolo todo en dos que están en "natural" conflicto. Bueno, esto se acerca más a lo que quiero decir, pero aún es un nivel en el que, como dirían Claudia y Eva, no hemos entendido cómo jugar este juego.
Y a lo que vamos, pues lo que la serie nos dice es que había un mundo original que estaba bien hecho, hasta que alguien que no supo dejar ir la muerte de sus seres queridos, y lo rompió por aferrado. Es esto lo que Claudia encuentra, que ni el mundo de Eva ni el de Adán son, por decirlo así, verdaderos, sino que son consecuencia de un error cometido en un mundo "original". Cuando HG Tannhaus del mundo original intenta volver el tiempo atrás para revivir a su hijo, su nuera y su nieto, "rompe" su mundo original creando dos réplicas. Cada réplica es una versión deficiente del mundo original, por lo que no pueden evitar terminar en un cataclismo apocalíptico, algo así como el alcohol adulterado que por ser una copia deficiente, no puede evitar llevar a quienes lo consumen a la ceguera. Son cosas imperfectas que no pueden tener más que un destino imperfecto.
En estos dos mundos, además, se replica el "pecado original", que fue la incapacidad de dejar ir. En la medida en que ningún personaje de la serie quiere dejar ir sus errores del pasado, impiden que se rompa el ciclo. Es como si una taza se cayera de la mesa y se rompiera en dos partes, cada una que es un fragmento imperfecto de la versión original. Si cada pedazo de la taza tuviera voluntad propia y se aferrara a seguir siendo un pedazo de taza rota, si no se dieran cuenta de que antes ambos pedazos pertenecían a una unidad original, no sería posible ponerles pegamento y restaurar la primera taza; al mismo tiempo, ningún pedazo puede cumplir con la función de una taza real y contener café.
Esto nos sugiere que hay una versión original de las cosas, que es una unidad perfecta, y que las alteraciones sobre esa versión son imperfecciones que no pueden funcionar y que deben ser evitadas a cualquier costo. En la serie esto representa incluso el costo de renunciar a uno mismo (como Claudia renuncia a sí misma permitiendo su muerte, y como Jonas y Martha renuncian no sólo a su propia existencia, sino a la existencia de su amor). El asunto puede funcionar bien para las tazas, pero si se lleva esta lógica a casi cualquier situación social, se tiene un conservadurismo totalitario. Si asumimos que hay una versión original del deseo, la heterosexualidad, y que cualquier variación de eso es deficiente, pues terminamos ya sabemos con qué modo de discriminación. Lo mismo si asumimos una religión verdadera. Mismo con un color de piel correcto. Y agréguenle lo que quieran, si se parte de asumir que la unidad es el principio sagrado máximo que debe ser salvado a toda costa, se deriva lógicamente, que todo lo que no sea unidad, no es válido. Unidad tiene que ver con uno, así que es uno el que está bien, pero más de uno, la pluralidad, la diversidad, está roto y hay que evitarlo. No sorprende así la obsesión de las mentes conservadoras con demostrar que la homosexualidad no es natural, así no es genética, no es original, no es parte de la unidad perfecta y sí es parte del error de la multiplicidad, es factible de ser corregida. (No nos sorprendamos tampoco del corporativismo del PRI, por ejemplo, con su presidencialismo y su "quien quiera la silla, que se forme". Es parte de lo mismo.)
Bajo esta óptica, cuando Claudia y los escritores de la serie nos dicen que hay que dejar ir aquello que somos, incluso al amor imperfecto que construimos, con tal restaurar el balance original, se parece demasiado a quienes dicen que gays o lesbianas necesitan pasar por terapia de reconversión y dejar ir su identidad y sus amores con tal de privilegiar el modo "original" del amor; o recuerda también a la ley del "one drop" que decía en los EUA que un hijo de blanco con negra - o al revés - era ya negro y por lo tanto esclavo, que el niño debía renunciar a su identidad de herencia doble con tal de legitimar el sistema "original" de razas, evitando que la frágil taza del sistema polítco-económico esclavista se rompiera.
También bajo esta óptica, resulta bastante amargo ese juego de que en los mundos imperfectos, alguna de las hijas de Hannah es sordomuda, al policía Wöller le falta un ojo o un brazo y a Helge una oreja o un ojo, mientras que en lo que alcanzamos a ver del mundo original, no hay gente a la que le falten miembros o el uso de algún sentido, incluso a Wöller le preguntan del accidente con el ojo, pero se trata de un accidente donde no pierde nada, como si la gente con estas condiciones corporales perteneciera a mundos imperfectos, como extendiendo demasiado literalmente la metáfora de las tazas rotas a las personas, negando un poco la diversidad de cuerpos.
Es por esto que afirmo que Dark es una serie conservadora: para aceptar la solución al problema de la trama, hay que aceptar un principio que tiene por consecuencia la negación de la diversidad. Tengo que apuntar que no me gusta demasiado andar marcando esa diferencia entre liberales y conservadores, en realidad creo que conservadores y liberales están metidos en un nudo espacio temporal similar al de Adán y Eva en Dark, nudo que yo mismo no sé desenredar, pero que no hay que tomarse demasiado en serio en lo que esperamos a que llegue una Claudia que lo entienda. Mientras tanto, sí que creo que un par de cosas se pudieron hacer diferente con el nudo de la serie.
El rechazo a la diversidad en Dark viene del origen mismo, de ese origen que es la resolución de los problemas de la serie, después de todo, ¿qué el principio no es el fin y el fin es el principio? Mientras Jonas/Adán y Martha/Eva intentaron cambiar las líneas de tiempo de sus mundos con tal de lograr sus objetivos particulares, no lograron más que repetir el ciclo de los sucesos. Esto sucede porque cada uno de los dos estaba buscando la solución a los problemas sin pensar fuera de la caja, Jonas/Adán buscaba destruir todo trayendo el final, mientras que Martha/Eva buscaba preservar el inicio; representaban dos fuerzas opuestas sólo en la apariencia. Aunque es cierto que eran opuestos en la medida en que actuaban uno contra el otro, ninguno de los dos cuestionaba la posibilidad de que el origen se hallaba en otro lugar, en un tercer mundo. Así, su "oposición" sólo lograba perpetuar la situación. Lo que descubre Claudia es que ambos estaban equivocados, que mientras ambos pensaban que el origen era la relación amorosa entre los dos, Claudia cae en cuenta de que incluso esa relación es producto de algo más primigenio y que mientras no se atienda ese problema más fundamental, no importa cuántas vueltas le des al nudo, este seguirá allí.
Esta es una lógica fundamental de toda la serie, si entiendes el principio de un problema, puedes lograr su final. No podemos terminar una pandemia, si no entendemos que su origen está en un virus, en el ADN. Sin entender eso, no somos más que médicos medievales que pueden hacer mil cosas que no alterarán las consecuencias fatales del virus puesto que no entienden que la solución no es la quema de cadáveres, las máscaras de ave, las sangrías o las plegarias, sino la vacunación y el distanciamiento físico. Podemos decir que ni Adán ni Eva habían logrado ver el lado genético del problema del virus, por eso aunque hacían una complicada danza de piezas de ajedrez, no lograban cambiar las cosas. Sólo Claudia logra ver ese aspecto genético, por cierto, que genético viene de génesis que quiere decir, origen.
La serie parece entonces quedar allí, la doctora Claudia da una explicación viable del virus, da un diagnóstico acertado, prescribe una receta, manda a Jonas y Martha a administrar la medicina adecuada y ¡zas! la pandemia se acaba. Además, en medio de todo esto, nos dan una bonita máxima de filosofía milenial "tienes que dejar ir, desprenderte" o como diría san Juanga "no te aferres, ya no te aferres a un imposible, ya no te hagas, ni me hagas más daño, ya nooooooo". Esta misma noción de dejar ir circula mucho en algunos iluminados posts de mandalas con mensajes espirituosos de los que comparten algunas gentes de mi generación antes de continuar con su clase para instructores de yoga y después de su vaso mañanero de combucha. Pero que, bueno, la noción tiene mucho de cierta más allá de quién la diga, de hecho, es tan tan cierta, que habría que dejar ir la idea de que Claudia acertó en su receta. Aunque definitivamente acertó en el diagnóstico, su receta me parece poco afortunada.
Si la taza se rompe al caer de la mesa, quiere decir que la taza no es una unidad perfecta. Si la taza realmente fuera una unidad perfecta, no habría fuerza capaz de romperla. Como todos sabemos, la taza es una amalgama de partículas de barro, cerámica, vidrio, etc. La taza en realidad siempre fue una multiplicidad de millones de partes que dan la apariencia de unidad, por los procesos de cocción o de fundición del material con el que se hicieron. Cuando la gravedad y el suelo rompen a la taza en dos, no han destruído la unidad ni creado una imperfección, sólo han revelado la diversidad que estaba contenida allí adentro. Quiero decir que la unidad es una ficción, creada por nuestras mentes que son buenas para encontrar patrones. Me parece más lógico pensar en la taza como una especie de confederación de partículas que bajo las condiciones correctas de calor y de un molde, conforman una taza, y que su unidad no es original sino que es el resultado de su coordinación bajo esas condiciones correctas.
Pienso que Adán y Eva en realidad estaban más cerca de la respuesta correcta, que Claudia. Adán y Eva pensaban que el origen estaba en la relación amorosa de ambos. Adán decidió destruir la relación y Eva decidió conservar sólo un lado (Claudia eligió que se renunciara a la existencia de la relación), pero creo que la respuesta más humana habría sido fortalecer la relación amorosa ¿qué mejor pegamento para dos pedazos de mundo que el amor? Esa sería la primera gotita de pegamento entre las dos tazas, pero sería necesario traer más, hacer más viajes donde se conocieran más personas de distintos mundos y se enamoraran. En una de las escenas finales, Ulrich y Franziska le dicen a Martha del mundo de Eva que puede salvar a Jonas si elige la lealtad al mundo de Adán, este juego de lealtades estilo cámara de diputados es lo que me parece que termina por arruinarlo todo. Si los personajes renunciaran y dejaran ir su obsesión con arreglar las cosas y dejaran de ser serviles a líderes obsesionados con el poder de solucionarlo todo desde sus individuales cabecitas (¿suena otra vez al PRI?), y utilizaran sus viajes en el tiempo para establecer lazos sólidos, hacer la paz con su pasado y garantizar las relaciones amorosas entre personajes, en lugar de destruirlas como parte del camino hacia el poder ¿no se habría tenido incluso una comunidad lo suficientemente fuerte como para hacer frente al apocalipsis?
Todos, como individuos y como sociedad, estamos en alguna medida rotos, de algún modo somos una taza que se cayó y no hay posibilidad de volver al pasado para arreglar ninguna de esas cosas. En lugar de dejar ir la diversidad en el nombre de la sacrosanta unidad, yo le diría a los guionistas que lo que hay que dejar ir es la ilusión de que todo estaba bien en un principio (de un jardín del Edén, de una época dorada donde America was great) y de que es posible recueprar la gracia perdida, el paraíso del que fuimos expulsados cuando el árbol de la ciencia del bien y el mal (la máquina del tiempo del mundo original) nos sacó hacia el mundo que se dirige al apocalipsis. Dejemos ir esa ilusión de unidad original y aceptamos la diversidad originante, que es no es original, es originante, porque no le importa qué vino antes y no se obsesiona con que el pasado tenga que ser restaurado; si aceptamos que haya sido lo que haya sido antes, hoy existe la diversidad que tenemos, estamos en mejores posibilidades de decidir poner pegamento por acá o por allá, o, incluso, olvidarnos de que la taza servái para contener café y hacer un collage con nuestros platos rotos. Es decir, si somos conscientes de nuestra diversidad, podemos dar origen a una unidad por coordinación de las partes que deciden participar y no por la imposición de un mito fundacional.

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