lunes, 1 de octubre de 2018

Lo que no nos pertenece


Pos me encontré esto en FB y me puse a pensar. Es la barda de la catedral de Puebla - mi ciudad que fue fundada por religiosos españoles para restarle poder a la vecina ciudad náhuatl de Tlaxcala, que no podían invadir descaradamente por ser un señorío aliado, pero cuyo éxito no podían tolerar - y que tiene esa pinta tras una de las recientes marchas demandando la despenalización del aborto entre otras cosas. La nota a la derecha dice "Exiges respeto, pides decidir sobre tu cuerpo, quieres nueva ley del aborto... PERO VANDALIZAS LO QUE NO TE PERTENECE, ¿ASI COMO? *Carita enojada para que se entienda el tono del mensaje*"
Los seres humanos tenemos una larga historia de meternos con lo que no nos pertenece. Dos ejemplos, uno reciente y otro menos reciente, pero importante.
El ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte, perpetuó el cáncer de cientos de niños veracruzanos para poder meterse unos millones de pesos  en el bolsillo, metiéndose con lo que no le pertenece: la salud y el dinero del pueblo. Más tarde, el sistema judicial mexicano lo condenó a pagar 58 mil pesos a cuenta de sus robos por miles de millones, metiéndose con algo que no les pertenece: la justicia de la nación.
La iglesia católica apostólica romana, por otro ejemplo, llegó hace quinientos años y obligó a pueblos enteros a "convertirse" a punta de espada y llamarada, a olvidar sus lenguas, a negar su fe, a hacer caso omiso de la violaciones cometidas contra mujeres y niños en los rincones ocultos de las parroquias, a ceder sus tierras para construir iglesias que nadie pidió, a ver la tortura inquisitorial como algo normal, a pagar tributo para que el papa pudiera pagar sus putas y banquetes, a vestir de oro las imágenes de cartón y las estatuas de santas hechas a imagen y semejanza de las amantes de los artistas, por mencionar algunas pocas de sus múltiples formas de meterse con los habitantes de mesoamérica que nunca le enviaron solicitud de amistad al obispo de Roma. Además, claro, de darle el espaldarazo a los ejércitos que cometieron estas faltas a título de los buenos reyes católicos, esos próceres de la humanidad que sólo querían dinero y poder, y de los mercaderes que se adueñaron de los procesos de colonización, otros ángeles que no aspiraban a nada por encima de la riqueza y la posesión. Papas, reyes, soldados y mercaderes, los Nelson Mandela y Mahatma Gandhi del renacimiento. Falta agregar que no sólo nunca ha habido una disculpa por esto, sino que menos aún ha habido un gesto o intención dirigidos a restituir a los herederos de los vencidos por los daños causados.
Teniendo esto en mente, me parece que si quienes hicieron esa pinta para reclamar el derecho al aborto - asumiendo, claro, que no la hayan hecho porros del gobierno para desacreditar al movimiento - de verdad hubieran querido "vandalizar", habrían podido meterse hasta la cocina, entrar a catedral, romper las vírgenes, grafitear los óleos y tallar vulvas en los asientos del coro (cosa que en el fondo complacería a los padrecitos). Pero no hicieron nada de eso. Admito que si lo hubieran hecho, ese lado mío que es magodeozesco y que disfruta cantar la "fiesta pagana", habría gozado de lo lindo, pero, al final, incluso este lado mío - como los autores de la canción y de la pinta - entiende que no debemos comportarnos como si fuéramos la iglesia católica o los gobernantes de México, que debemos colocarnos en un escaño moral superior.
Ahora, este escaño superior no es el de "no meterse con nadie", porque cuando se meten contigo, pues que se chinguen, muera el mal gobierno. El asunto es meterse con el otro, incluso meterse con lo que no nos pertenece, pero meterse del modo correcto. Y un modo correcto de meterse, es el modo simbólico. No vamos a tomar tus tierras, no vamos a destrozar tu teocalli, no te vamos a forzar a que me llames dios, no te vamos a cambiar la quimioterapia por agüita con sal, no vamos a mandar al batallón olimpia ni a los halcones a que te coopten el derecho a respirar. Vamos a pintar de moradito la barda exterior de uno de los símbolo de tu poder y riqueza excesivos. ¡Puta! Qué malos somos, ni Hitler lo habría pensado así. Stalin y sus campos de concentración de Siberia, y la masacre de Rwanda parecen meros pleitos infantiles al lado de esa pinta que ocupa unos veinte centímetros cuadrados de los cientos de metros de superficie que tiene la catedral.
No vamos a tomar lo que no nos pertenece, pero vamos a cuestionarlo colocándole nuestros símbolos en la capa de hasta afuera. Bai de güei, ¿para qué necesitaría la catedral una reja y un muro exterior si no guardara más bienes y poder de los que le reparte a su pueblo?
Yo lo digo primero, el día que la iglesia mexicana le pague a cada mujer un muro portátil  como el de sus catedrales, para protegerlas del acoso y las violaciones, yo voy a ir a grafitear sus muros también. Pero mientras eso no pase y los muros estén donde no tienen que estar, defenderé sus pintas.
More over, la realidad es que sí nos pertenece. Esas piedras, la mano de obra que las puso una sobre otra, la tierra de la que salieron, los impuestos con los que se "pagó" el trabajo, el terreno junto al zócalo y demás, nunca les han pertenecido a los curitas. ¿Quién me dice qué trabajo hicieron para merecerlo, además de la ya mentada justificación de la conquista? Esta gente asienta sus derechos en violencia cometida hace quinientos años, todavía dijeran que en el último siglo ayudaron a la reforma agraria y la producción de nuevas vacunas, diríamos "bueno, se están redimiendo" pero más allá de la producción  de curas pederastas y la pérdida de feligresía ante los grupos cristianos, su mayor logro sigue siendo un crimen de cinco siglos de antigüedad. Recordando que algunos de mis antepasados fueron mineros en San Luis Potosí, donde morían apenas llegar a la madurez en túneles oscuros, inhalando el polvo de roca, asfixiándose en inundaciones o quemándose en explosiones para que políticos y obispos pudieran tener cubiertos de plata, pienso que estamos vandalizando lo que sí nos pertenece.
Ya en últimas, una cosa no tiene nada que ver con la otra. Imagínense a un padre de familia que le dice a su hijo "quieres que te lleve al médico, pero pintaste la pared con crayones ¿así cómo?" Y entonces en un acto de justicia divina, ese padre no lleva a su hijo al médico para que el escuincle aprenda a respetar lo que no le pertence, y la pulmonía que le vino luego, pues él se la buscó. ¡Niño idiota! Nel. Si un derecho es un derecho, lo es independientemente de ninguna otra cosa.

A mí me gusta la remodelación que le hicieron a mi catedral que mis antepasados han pagado por siglos. De hecho me gustaría que me pasen el número de las decoradoras, estoy considerando pintarla toda de morado con siluetas blancas de sacerdotes en el Mictlampa, ensartados como en un tropo de pastor y con unas calaveras a la Posada cortándoles pedacitos para servir tacos.
(Nota: claro que esos sacerdotes que van de de las Casas y Sahagún hasta Solalinde y los teólogos de la liberación tienen salvoconducto.)
Hay cosas en esta vida que no nos pertenecen y que no deberíamos tocar, como el bienestar físico y emocional de otras personas y los objetos materiales directamente asociados a este bienestar, los medios de producción alimentaria o los recursos naturales, por ejemplo. Pero las paredes, en especial las que pagamos con años de imposición autoritaria, son nuestras incluso para el malvadísimo acto de escribir. ¡Qué horror! Gente que cuando quiere hacer algo 'malo', escribe. En la historia de la violencia hay un lugar para aquel narco que disolvía a la gente en tambos con ácido y después de él, hay otro para quienes ponen palabras por la ciudad. Ñoños de satanás. Aunque en realidad no me sorprende que haya a quienes les horrorice, después de todo, si esa misma iglesia tuvo las letras por siglos y nunca las enseñó, fue por algo. 
Eso es lo que sí nos pertenece, el lenguaje y  la irreverencia de usarlo en el modo que no quieren que se use; la capacidad de meternos bajo su piel con tantita pintura morada y demostrar que sus espíritus son tan frágiles que con  el rociar de un aerosol de tambalean.

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